martes, 15 de junio de 2010

Thank you, for the roses



Pasaba los veranos y algunas fiestas en Santander porque ahí vivía mi padre. Suspendí matemáticas dos años seguidos y eso me costó dos agostos encerrado en su casa, fabricando integrales como churros y alternando nubes y claros. Nuestra playa era El Puntal, en el barquito escuchaba Soundgarden, cuando volvía a casa preguntaba si había recibido alguna carta. Me volví un escritor compulsivo.

En el camino, es decir, en las seis o siete horas de autobús, depende de cuánta nieble hubiera sobre el Escudo, repasaba mentalmente mi relación con Matilde Urbach, como si me pusiera a mí mismo un documental para dormirme. Eso, y "Worst case scenario", de dEUS, una cinta que me había grabado mi hermano. En España casi nadie conocía a dEUS, aún no habían dado el salto. Si Simón tenía su disco era porque les había escuchado en Reading, creo. Era un disco de violines y dobles voces, que pasaba por diversos estilos realmente raros y resultaba excelente en el pop más saltarín -Suds and soda- y en la balada más triste, Hotellounge.

Do you see that man, in the left hand corner? Do you see that woman? Their love story is famous...

En las fiestas de Zabaleta gritábamos "Friday, friday" y nos disfrazábamos de brujas y vampiros. Se disfrazaban. Yo siempre fui un adolescente muy sobrio, a veces pienso que siempre he tenido 30 años; que siempre tendré 30 años. Coleccionamos conciertos: recuerdo el de presentación de su segundo disco en una sala que ya no debe de existir porque ni siquiera sé cómo se llamaba. Quedaba por Narváez o algo así. Antes les habíamos visto en El Sol.

El segundo disco era distinto del primero. Menos experimental, diría yo. Más pop, mucho más pop. Empezaba con un "ua-ua" que es una manera maravillosa de empezar cualquier cosa y casi una hora después terminaba con una canción rencorosa. Ya saben lo mío con las canciones rencorosas y si no lo saben, repasen. Rose said, quote, my time is coming at last... ugly things, through my mind they have passed. Una canción inquietante, desde luego, que va creciendo en intensidad y angustia, desde la línea de bajo del principio a un estallido de baterías y punteos coincidiendo con el coro final: Rosie don´t mind where she´s been, she´s been mine, she´s been blind all this time; she don´t mind, she´s been blind, she´s been mine, she says: "Thank you, for the roses, for the roses, for the roses".


Me gustaba la idea de una psicópata dando las gracias. Estética, de nuevo. Formalidad, poca, pero que dure. Me quedé con la frase hecha: "Gracias por las rosas", que venía a ser una especie de "gracias por nada" a mi modo de ver. El tercer disco me pilló en Toulouse, casi nadie lo escuchó; a mí me encantaba otra canción inquietante llamada "Sister Dew" y sobre todo una triste y bonita y nada pegajosa con cambio final a un riff compulsivo-obsesivo, "Instant Street", que a mí me recordaba a la Chica Langosta y a Nietzsche por partes iguales porque yo, señores, tuve una post-adolescencia muy difícil y por eso hay que quererme mucho. O no quererme en absoluto.

El caso es que yo compré el disco en la FNAC de Toulouse, escuché mil veces aquel this time I´ll go for instant street, this world is a soulless excuse for all abuse and parenthesis, y muchos años después encontré en Valencia a una chica que decía ser la fan número uno del grupo con una sonrisa improbable. Obviamente, no sabía de qué estaba hablando. De todas maneras, me enamoré de ella. Cuando se despertaba, me ponía canciones de Los Piratas.

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