miércoles, 20 de julio de 2011

4 Non Blondes



Mi primera gran depresión la pasé con 16 años. Una de esas crisis adolescentes de sofá y techo y autocompasión prolongada durante un verano difícil, porque a mí los veranos siempre se me han dado especialmente mal. El verano de 1993, por varias razones, se hizo duro: mes de agosto en Santander estudiando matemáticas, adaptación confusa a nuevo grupo de amigos y el clásico enamoramiento imposible que solo sirvió para ver a la musa caer en manos de otro tipo mucho más prosaico que yo.

Así me encontró septiembre: languideciendo, esperando aún el principio de 3º BUP -los comienzos de curso por entonces no llegaban nunca, iba entrando octubre y te daba el Puente del Pilar y lo más que habían hecho los profesores era presentarse- cuando un amigo me invitó a ir a las fiestas de San Mateo, en Cuenca. Aquello no tenía una gran pinta, recuerden que yo soy todo menos un juerguista y las celebraciones las tomo con ciertas reservas, como si para divertirme antes tuviera que estar seguro de que no mira nadie.

Mi amigo y yo pasamos una semana entera allí. Los mejores días por supuesto, fueron los anteriores al mogollón porque los días de entre semana siempre tienen ese encanto especial que solo los tristes reconocemos al instante. Cenábamos algo de pasta, bajábamos al bar a jugar al futbolín y poníamos unos vídeos en la Juke Box. A mí me gustaba poner "Numb", de U2; a él le gustaba ver "What´s up?" de 4 Non Blondes.

Era uno de esos grupos "one-hit wonders", capaces de hacer una canción que llegue hasta una Juke Box de Cuenca para luego desaparecer por completo. La estética era hippie más que grunge aunque por entonces lo confundíamos todo, el vídeo era otoñal y no llamaba la atención a gritos. Me gustaba. Estoy casi seguro que ese fue el año del "Informer" de Snow y el "Two Princes" de Spin Doctors, un verano antes de los Crash Test Dummies y su inquietante "Mmm Mmm Mmm".

El caso es que el fin de semana acabó llegando porque esas cosas son imposibles de frenar y con el fin de semana llegaron los amigos y la novia de mi compañero de clase. Eso me dejaba en una incómoda posición de Yoko Ono, viendo todo desde una distancia celosa, reclamando mi propia cuota de protagonismo. El miedo al desastre fue mucho mayor que el desastre en sí. De hecho, el desastre nunca tuvo lugar, todo lo contrario: fueron los típicos días de adolescencia mágica en los que todo pasa a una velocidad que desconoces: las noches, el vino, las chicas, las vaquillas, las camisetas firmadas, las peñas con nombres previsibles... todo eso a mis 16 años era un mundo nuevo. Yo, el urbanita, lo más cerca que había estado de una fiesta patronal eran los puestecitos que en otoño ponían en el Parque de Berlín.

Mi recuerdo de aquellos días es el de la despedida. El lamentable último día en el que todo se ve desde una misma dimensión, como si hubiera sucedido a la vez y la cabeza no supiera controlar tantas emociones juntas. España jugaba en Irlanda y ganó 1-3, fue el paso necesario para jugarse la clasificación para el Mundial contra Dinamarca. Habíamos comido pasta con tomate -solo sabíamos hacer pasta con tomate- y yo me asomaba a la terraza con el walkman puesto, tarareando "London Calling" de los Clash y pensando que esa llamada podía ser mi llamada, algo así como un despertador, y que mi ciudad obviamente no podía ser Londres porque me pillaba lejísimos, pero sí podía ser Cuenca, aunque de hecho no lo fue: solo volví una vez, en Semana Santa. Vimos procesiones y fantaseamos con escribir cartas desde el futuro. Eso fue todo. En comparación, prácticamente se puede decir que no fue nada.

3 comentarios:

Gavroche dijo...

Me encanta tu blog. Enhorabuena

elchicoquequeriaserbreteastonellis dijo...

vaya, muchísimas gracias :-)

Jesús Sagastizábal dijo...

Si tienes posibilidad escuchate el album enterito de 4 non blondes. los vi en directo en aquella época. y el resto de canciones son menos comerciales . pero ma mi me gustan mas. ah yo he veraneado en Santander 20 años