Tuve dos años especialmente pedantes: 1997 y 1998. Una amiga de mi madre, filósofa ella también, nos juntó a un grupo de presuntos jóvenes talentos para formar un "grupo de discusión". La dinámica parecía sencilla: teníamos un libro de referencia, en este caso, "El tema de nuestro tiempo", de Ortega y Gasset, y cada dos semanas leíamos unas páginas en casa y las comentábamos, concepto a concepto. Por supuesto, al principio aquello era un barullo. Imagínense: yo tenía 20 años y el resto de mis compañeros no pasaban de los 21. Nuestra idea de un debate era lo que habíamos visto en las tertulias de Jesús Hermida. Todos queríamos tener razón como el que tiene un culo, cada uno el suyo.
Mabel nos ayudó a pensar. Yo creo que nadie me ha ayudado tanto a pensar nunca. Me ayudó a plantearme que igual no tenía razón siempre, incluso que era posible que, en algunas circunstancias, los demás también pudieran enseñarme cosas de valor y que había gente más lista que yo, con más experiencia que yo y que argumentaba sin tanta vehemencia pero con más sentido común. Creo que fue un año clave para muchos, aunque claramente a unos les cundió más que a otros, eso es inevitable: cada uno elige sus maestros.
El caso es que, aparte de Ortega, al que prácticamente no se estudiaba en toda la carrera, Mabel nos descubrió a Marcuse y a Kusturica. En concreto, "Underground". Estábamos en pleno conflicto de Kosovo, recuerden. Serbia y Bosnia habían firmado los acuerdos de paz pero seguían peleándose por la provincia musulmana, que si para ti, que si para mí. "Underground" hablaba de todo eso y de mucho más, remontándose a la II Guerra Mundial y la gestación de la Gran Yugoslavia del croata Tito. Se le acusó mucho a Kusturica de ser "pro-serbio" pero si lo fue en esa película yo no me enteré, una prueba más de que efectivamente hay gente mucho más lista que yo.
Yo lo que vi fueron envidias, engaños, complacencias salvajes, la voluntad desatada en forma de disparos al cielo, billetes lanzados al aire, cíngaros acompañando a los caciques en cada visita. "Underground" era de una decadencia brutal. Esa mezcla tan improbable, tan yugoslava, del campo y la ciudad, de oriente y occidente. Me enamoré de la banda sonora original, de Goran Bregovic. Kalashnikov, Mesejcina, Ringe, ringe Raja... Años después incluí todas esas canciones en una fiesta salvaje de un productor de televisión que describí en mi novela.
Me parecía que había algo en los grandes productores de televisión de los 2000 que les asemejaba a los señores de la guerra serbio-bosnios de los 90. No me pregunten por qué, mis asociaciones de ideas son de lo más absurdas en ocasiones.
Una madrugada, plan de novios, fuimos a ver "Gato negro, gato blanco". No nos gustó tanto por lo que tenía de redundante: drogas, bodas, cíngaros, disparos, perros salvajes. Después le perdí la vista. Creo que hizo algo sobre Maradona. Procuro mantener una distancia estética lo más amplia posible con respecto a Maradona. Llámenlo desconfianza o cualquier otra cosa peor. Algún día volveré, supongo. Si tienen recomendaciones, utilicen los comentarios.
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