"Pero eso sí, y en esto soy irreductible. No les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo". Oliverio buscaba a la mujer imposible en lupanares y rincones de Montevideo y Buenos Aires.
Recitando poemas a los coches atascados mientras los niños vendían kleenex. Iba a las fiestas a mirar a las vacas. Vivía a una distancia estética de todo, incluso de la muerte. A su alrededor, la gente se enamoraba y follaba. Él follaba y pedía imposibles. Todos ponemos listones.
Oliverio recitaba a Benedetti continuamente. "
Mi táctica es mirarte, aprender cómo sos, quererte como sos". Qué gran mentira todo eso. ¡Querer a alguien como es, y además un poeta! No, Oliverio no las quería como eran, las quería como él quería que fueran. Por eso se las buscaba putas. Por eso nunca volaban. Hasta que...
Hay en "El lado oscuro del corazón" toda la pedantería que me resultaría insoportable en este momento y sin embargo mi cariño por la película sigue intacto. Darío Grandinetti, sublime, con pelo largo, andando lento y pausado, gabardina y cigarro, arrastrando casi los pies y entrando por vaginas gigantes. Benedetti, el mismo Benedetti al que yo veía comprar papel higiénico y comer tortitas con nata en el VIPS de Clara del Rey, haciendo de veterano marinero alemán, susurrando, nostálgico,
"Weil ich dich habe... und nicht habe".
Nos aprendimos todas las poesías de la película y si descubrimos a Don Mario, si en algún momento nos llegamos a coger de la mano en Santander, bajo la lluvia, y recitamos "Táctica y estrategia" o "Corazón coraza". Si alguna vez amé y si algún día después de amar, amé, probablemente fuera por esos versos y esa pose. La pose de perdedor encantador de serpientes. Estética, estética, estética. 1993. Vi la película tres, cuatro veces, no lo recuerdo. Mi línea favorita era "Porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes".
Porque eres linda desde el pie hasta el alma, porque eres buena desde el alma a mí.
Weil ich dich habe...
Recitábamos Neruda también, casualidades. Mi visión de la literatura era en dos dimensiones. Un tuerto de la poesía, todo plano, sin matices. Neruda y Benedetti, punto. A la gente que no nos gusta la poesía nos gusta Benedetti y Neruda, igual que a la gente que no le gusta la música clásica les gusta Pachelbel y Albinoni. Esta frase es de mi madre, al menos la mitad, pero es que es muy buena. La Chica Langosta, en aquel banco de Príncipe de Vergara, me miraba a los ojos, como si no pudiera entender nada y se limitaba a decir: "En tu casa, ir al teatro es algo bueno, en la mía es perder el tiempo".
La Chica Langosta no fue mi novia de los 90.
Igual la Chica Langosta volaba, ponerme a pensar en ello ahora mismo me resulta un poco obsceno, la verdad, porque los personajes quedan pero las personas siguen vivas. Volvamos a Oliverio y su programa de máximos. Puede que todos debiéramos tener un programa de máximos.
Hace poco escribí: "He conocido a una chica con una vitalidad envidiable. Le perdono cualquier cosa a una chica de 21 años
salvo que no tenga una vitalidad envidiable".
Yo no tuve la culpa, la chica apareció literalmente de ninguna parte. Jamás pude imaginar que sabría alemán.
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