Siempre ha habido algo extraño en la relación entre Jorge Valdano y el fútbol como deporte a la antigua: aquellos estadios de Las Gaunas, Atocha, Carlos Tartiere... el barro manchando las medias y las camisetas de los jugadores y el argentino impertérrito gritando en la banda "toque, toque, toque" con Ángel Cappa al lado mesándose el bigote. El lugar natural de Valdano, delantero centro de choque y remate en su momento, parecía más bien la cátedra. Se sentía cómodo. Se le daba bien.
Atizarle ahora a Valdano parece fácil porque se ha convertido en el antihéroe dentro de la narrativa del antihéroe, es decir, una némesis al cuadrado. Sin embargo, en 1994, Valdano era un hombre de un prestigio enorme: no solo había salvado al Tenerife del descenso en su primer año sino que le había llevado a Europa el año posterior y se había defendido muy bien en la UEFA para ser un equipo que aparecía poco menos que de la nada.
Un año después, ganaría la liga cómodamente con el Madrid rompiendo cuatro años de dominio barcelonista, 5-0 incluido. Era el rey del mundo.
Sin embargo, incluso entonces había un punto de distancia infinita entre la realidad y Valdano. El fútbol entendido como plan quinquenal: su empeño en apartar a Zamorano y a Amavisca del equipo hasta que se dio cuenta de que el equipo no era nada sin Zamorano ni Amavisca. Valdano, como decía Manuel Jabois en
aquel memorable artículo sobre Xavi y el Barcelona actual, no solo necesitaba ganar sino necesitaba poder explicártelo. Sin narrativa no había triunfo real.
En ese sentido, su apogeo llegó en el verano del Mundial de Estados Unidos. Un equipo de TVE se desplazó a Tenerife a grabar unas sesiones de entrenamiento con juveniles de Valdano y Cappa. En un ataque de modestia lo llamaron "futbolecciones". La verdad es que aquello era la hostia, más que nada porque los mini-reportajes de cinco o diez minutos te llegaban en medio de un Bolivia-Corea del Sur con siete medio centros defensivos y te parecía que te habías equivocado de canal.
Clemente en el banquillo y Valdano en la televisión. El orden de las cosas.
Recuerdo algunas de aquellas "futbolecciones" con cariño y creo que coincidía en todas ellas: la ubicación del delantero, el achique de espacios, el concepto del toque y el equipo como "once jugadores y no diez jugadores y un portero". Cada frase tenía la contundencia de cualquier frase pronunciada por un argentino y su estética. Todo en Valdano es estética hasta sus últimas consecuencias. De ahí, probablemente, que al primer fracaso se borrara del mapa táctico.
Alguien debería recuperar esos reportajes, esos "toco y me voy" de cinco minutos. Aunque solo sea para poder leer los cientos de mensajes de la yihad mourinhista al respecto. Toque, toque y toque. Por lo que veo no están ni en YouTube. Qué desprecio a la belleza, a la nostalgia, a mi hermano y yo borrachos en Villalba pasándonos una lata de Coca-Cola con los pies imitando acento porteño.
4 comentarios:
Demasiado homérico me resulta Valdano.
Sin duda. Es como un fantasma que no pisa nunca suelo aunque esté en todos lados, el Metternich del fútbol moderno.
ay las viejas gaunas...que recuerdos.
recuerdo el mundial del 94 como un mundial divertido. esa bulgaria...
Sí, Bulgaria y Rumanía -Stoichkov y Hagi- le dieron un punto romántico, pero mira el resto... aquel Brasil de Dunga, la Italia reservona de siempre, la España de Clemente... no fue un gran Mundial precisamente :-)
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