Timothy Hutton iba a casarse y se le cruzó Natalie Portman. Estas cosas pasan. Se le cruzó con sus 13 años y su pose de listilla frágil y pre-adolescente y sus coqueteos de niña a mujer, algo más que una lolita, mucho más sutil que una lolita porque una lolita es algo ya demasiado "déjà vu" y en ocasiones francamente agotador. Esas niñas que juegan a ser mayores y escandalosas, con su ristra de tópicos a la espalda.
Natalie Portman, no. Ya digo: era una listilla, pero con mirada de huerfanita. Todo el mundo sabe que yo siento debilidad por las chicas con mirada de huerfanita y eso ya me pasaba a los 19 años. Timothy Hutton no se lo podía creer: tenía una prometida preciosa, un grupo de amigos preparados para acompañarle en el día más feliz de su vida, una familia que le apoyaba y celebraba y él de repente se enamoraba de una pre-adolescente a la que ni siquiera podía tocar, por supuesto.
Se sentía como Winnie-the-Pooh. Eso le explicaba a la joven Portman, que fantaseaba con esperarle el tiempo que hiciera falta, hasta que por lo menos ella fuera mayor de edad. "Seré tu Winnie-the-Pooh", le decía, es decir, el muñeco que tarde o temprano acaba en una estantería cogiendo polvo, olvidado, el capricho de unos meses que con el tiempo pierde interés.
Dicen que soy tu peinado de hoy, que no duraré.
Hutton sabía eso, pero aun así la miraba con su propia cara de huerfanito. Los iguales se reconocen. Eran una pareja entrañable. El problema era que necesitaba crecer. Él sí que necesitaba crecer o al menos esa necesidad era más acuciante porque al fin y al cabo hablábamos de un treintañero y ser un treintañero -todo el mundo lo sabe- es una cosa terrible. De hecho, toda la película era un retrato de inmaduros fracasados, posters de modelos y relaciones tortuosas. Sueños rotos y ese largo etcétera.
La otra gran frase, en un plano secuencia -o casi- espectacular, la decía Rosie O´Donnell, indignada: "
Dios le dio a las chicas delgadas culos delgaduchos y a las chicas gordas, tetas grandes. No se andaba con pamplinas. Veis a esas modelos y pensáis que podéis acabar con ellas y os negáis a cualquier clase de compromiso con las mujeres que somos normales". Obviamente, O´Donnell exageraba pero la frase, todo el cabreo en general era sublime: no aceptáis la realidad tal y como es. Beautiful girls y su colección de peterpanes y campanillas. Era una película bonita, ideal para un nostálgico. Por si acaso, y conociéndome, no he vuelto a verla.
Ah, por supuesto, sí, yo también me enamoré de Natalie Portman. Toda mi generación lo hizo, incluyendo a Devendra Barnhardt. Cómo culparnos.
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