martes, 22 de febrero de 2011

Ed TV y El show de Truman


Era el miedo que se avecinaba. Los primeros años de Internet. Mi primer recuerdo de algo parecido a una conexión por modem era lo que tenían mis padres en su casa. Un servidor Compuserve que nos actualizaba los resultados de la NBA cuando llegábamos de madrugada. Los años de los Chicago Bulls. Intentamos seguir el escrutinio de las elecciones de 1996 pero aquello fue un desastre: la página aguantó cinco minutos online y se cayó.

Por supuesto ya había satélite y cable desde hacía veinte años, por lo menos en Estados Unidos, y la sensación de control se percibía con una mezcla de entusiasmo y pánico. Todos estábamos juntos. La red. Las distancias acortadas al mínimo. Aquí y ahora. 24 horas al día. La idea de la televigilancia caló en el cine, muy poco antes de que se instalara en la televisión. Por ejemplo, "Ed TV": un canal decide emitir 24 horas al día de la vida de un chico joven y sin recursos. Era una comedia pero con mensaje, y el mensaje era "esto puede arruinar tu vida, que te controlen 24 horas, que no tengas intimidad, que todo el mundo sepa lo que haces y te juicie permanentemente puede arruinar tu vida".

Antes, "El show de Truman" había afrontado el tema desde un punto de vista más maquiavélico pero a la vez más teórico: Ed era un tipo de la calle al que se le hace una propuesta y acepta. En ese sentido, Ed se puede considerar como el antecesor de Ismael, Iván, Ania y compañía. Pero Truman no, Truman no sabe nada. Truman forma parte de esa red y de esa programación 24 horas de la intimidad sin saber que forma parte de un guion. Aquello tenía un montón de significados sociales y políticos: el Gran Hermano de Orwell te vigilaba, te cuidaba, pero todos eran perfectamente conscientes de ello. El Gran Hermano de Truman, no. Le engañaba. Cuidaba de él, por supuesto, pero sin que él lo supiera en ningún momento.

Truman creía ser libre pero en realidad no lo era. Todo estaba determinado. De ahí a la teología había un paso.

Eran películas con un punto de ciencia-ficción, de escenario de futuro: "Se imaginan si...". Lo que pasa es que no hubo tiempo para el debate porque la televisión se adelantó. Unas cuantas fechas: "El show de Truman" se estrena en 1998 y plantea un problema filosófico-culural, "Ed TV" se estrena en 1999 y ya ofrece un programa de telerrealidad perfectamente aplicable aunque se esté burlando de algo así y lo retrate como algo ridículo, ese mismo año Endemol emite su primer "Gran Hermano" en la televisión holandesa y en Semana Santa de 2000 se anuncia la versión en español para Telecinco, conducido por una periodista de investigación, Mercedes Milá, y con el único propósito, nos insisten, de hacer un "estudio sociológico".

El resto ya lo saben.

Seguro que hay varias películas y libros que me dejo. Me resulta curioso que entre la advertencia del caos y el caos pasaran meses. Así iban las cosas ya a finales de los 90 y en esta década todo ha ido a peor. Pero de eso ya hablo en otros lados, así que recordemos a Jim Carrey y por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches.

martes, 15 de febrero de 2011

Oasis-Live forever



Yo me empeñaba en cantar "Live forever" y mi hermano me miraba con una cara de paciencia infinita. Estábamos en el ático de nuestro chalet de clase media en Moralzarzal y bordeábamos los 20 años, una edad peligrosa. Grabábamos un Unplugged. Todo el mundo lo hacía, ¿por qué no nosotros? Elegimos varias canciones que salieron más o menos bien o regular hasta que llegamos a "Live forever", mi canción favorita, sin caer en que el estribillo subía tanto de tono que se me haría imposible, por mucho que pusiera las manos detrás de la espalda y alargara el cuello como Liam Gallagher.

Aquello era un desastre. Si me hubiera pillado un año más tarde, solo un año más tarde, hubiera elegido "Wonderwall", que siempre la he bordado, especialmente en las fiestas de universitarias, con Dani Pacios a la guitarra.

Eran los tiempos de las guerras del Brit Pop. Mi hermano, sin ir más lejos, detestaba a Oasis, aunque tampoco fuera un fanático de Blur. Yo era un fanático de Blur pero no me disgustaba Oasis. De hecho, algunas cosas me gustaban mucho: para empezar, "Live forever" -"maybe you´re the same as me, we´ll see things I´ll never see: you and I are gonna live forever"-, luego "Supersonic" -"You´ll need to find out, cause no-one´s gonna tell you what I´m on about"- y por supuesto "Columbia" -"I can´t tell you the way I feel because the way I feel is, oh, so new to me".

Todo esto, insisto, antes de "(What´s the story) Morning Glory?", que para mí es uno de los mejores discos de los 90 más allá de la ñoñería wonderwalliana y el insoportable "Don´t look back in anger".

En los conciertos hacían una versión de "I am the walrus" muy lograda. Estuve en Las Ventas cuando hicieron de teloneros de The Cure. Yo en realidad iba a ver a REM pero REM no aparecieron, así que me quedé con Oasis, les vi escupir a la gente y recibir escupitajos, decirle al público "fuck off" trescientas veces, levantar el dedo corazón otras trescientas y versionear a los Beatles. Luego ya me dio un ataque de ansiedad y me fui a casa.

Muy mío, si lo piensan.

De Oasis me gustaba el vitalismo. Del Brit Pop en general me gustaba el vitalismo. Por supuesto, Blur eran mejores músicos y Damon Albarn mucho mejor compositor. Blur tiene 40 canciones buenas y Oasis tiene 10, pero algo es algo. Un día alguien propuso jugar un partido de fútbol: fans de Oasis contra fans de Blur. Era imposible: solo mi tía Alejandra y yo simpatizábamos con los Gallagher.

Sus canciones duraban un minuto y medio y luego Noel hacía cuatro minutos de solo de guitarra. Era agotador, por supuesto, pero en ocasiones merecía la pena. Oasis conseguía que te sintieras especial. Chicos de clase media trabajadora de Manchester, fans del City cuando el City no existía, que de repente se convierten en estrellas del rock, como si a cualquiera de nosotros nos pudiera pasar exactamente lo mismo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Sin perdón


Christian era el tío más guay del instituto. No sé si lo era pero a mí me lo parecía: tenía una casa enorme en el barrio de Salamanca que compartía con su hermano porque sus padres apenas andaban por Madrid, ligaba como el que más, tenía en torno al millón de amigos y se emborrachaba lo justo: nada de exhibiciones pero con consistencia.

Obviamente, le veía desde una cierta distancia. De entrada, yo tenía un año menos y eso suele ser una distancia mortal en un instituto. Además, no tenía nada claro que fuera "guay" en ningún sentido. Comparen: vivía con mi abuela en un pisito de Prosperidad, no había ligado en la vida, mis amigos del instituto eran los chicos con los que jugaba al baloncesto, poco más, y no bebía alcohol. Ni una gota.

No sé en qué momento eso cambió. Supongo que cuando yo decidí que cambiara, como suele pasarnos a todos: empezamos a tener amigos comunes. Empecé a ir a sus casas a ver películas o jugar al baloncesto. Empecé a acercarme los viernes por la tarde a la casa común de Príncipe de Vergara para verles jugar a la SuperNintendo o lo que fuera que tuvieran en esa época. Una televisión plana gigante -era 1993- presidía el salón, con la Premier League de Canal Plus a todo volumen.

Y entonces pasaron dos cosas: un día me invitaron a ir a Malasaña. Yo no sabía ni lo que era Malasaña. Había oído a chicos de mi clase decir que salían "por Bilbao", pero de verdad que yo ni imaginaba que hablaran de la parada de metro, sino de algún bar en concreto o algún barrio o algún lugar mágico... Ahí estaba yo, de repente, en el Este-o-este, con mis coca-colas mientras estos iban cogiendo sus borracheras adolescentes de las siete de la tarde. Ese fin de semana había Superbowl y hablábamos de Joe Montana mientras cantábamos a Jimi Hendrix. "Hey, Joe, qué bien tiras el balón".

Hacerse el borracho cuando vas completamente sobrio es una escuela de interpretación. Yo se lo recomiendo a todo aquel que quiera ser actor. Tienes que estar a la altura sin sobreactuar en ningún momento. Ver y aprender y reirte y compartir chistes. Con el grupo de Christian, que, por lo demás, era un buen grupo, y desde luego era un muy buen chico, que se merecía toda su popularidad, fui descubriendo Fuencarral, Apodaca, Churruca y todas esas calles y esos recovecos que se convertirían en mi hogar metafórico hasta los 19 años y mi hogar real desde el que ahora estoy escribiendo esto.

¿Y qué pinta Clint Eastwood aquí? Bueno, Clint Eastwood era un tío duro bastante olvidado. En serio, ahora Clint saca una película por año a lo Woody Allen y no le hace falta ni protagonizarla para que sea un éxito. A principios de los 90 la cosa no era así: había un hueco enorme entre los spaghetti-westerns de Leone, las aventuras de Harry Calaghan y sus a menudo frustrados intentos de volver al estrellato. Pero le admirábamos igual, los chicos de Christian. Sus ojitos casi indistinguibles y esa sensación de que es mejor no meterte en líos con él que ha mantenido hasta "Gran Torino", con casi 75 años.

Una tarde, en vez de ir a emborracharnos, fuimos al cine. Es probable que fuéramos al Dúplex, en General Oraá, un lugar que creo que ahora ya no existe y que si existe seguro que no está lleno de humedades y soledad. La película era "Sin perdón", no sé si antes de que arrasara en los Oscars o no. Íbamos cinco o seis amigos, entre ellos Christian y yo. Llevaba una camisa de leñador a cuadros verdes y blancos. Todos lo hacíamos. Chris la miró y sonrió y me preguntó, admirado: "Qué bonita, ¿dónde la has comprado?"

Yo no podía decir que no tenía ni idea y que me la había comprado mi madre, así que me inventé una tienda por Clara del Rey sabiendo que nunca iría a buscarla y que aquello no había sido más que una cortesía de soberano.

Pero a mí me encantó, fue como mi momento de gloria de los 15 años.

No era tan guay como para poder llevarme a la Chica Langosta ni a A. ni en mi casa había Plus ni tenía tantos amigos y sinceramente jugaba al baloncesto muy mal. Pero había dado con la camisa acertada. Camisa a cuadros, además. Eso era algo y algo, ya lo dijo Loriga, es mucho mejor que la tristeza.

martes, 1 de febrero de 2011

90210



No sabíamos cómo llamar al equipo así que le llamamos "NPI" y no sabíamos qué utilizar como uniforme así que compramos a granel camisetas con la foto de los chicos de "Sensación de vivir" y nos las repartimos. Cada uno quedó encargado de ponerle un número a la suya.

No todo el mundo lo hizo.

El fascinante mundo de "Sensación de vivir", que conviene no confundir en ningún caso con "Melrose Place" porque "Melrose Place" pretendía ser un "Falcon Crest" o un "Treintaytantos" actualizado pero "Sensación de vivir" no pretendía ser nada. Ese era su triunfo: la nada. Chicos y chicas más o menos guapos para revistas de adolescentes. Una vez vinieron dos a un partido del Atleti y les hicieron dar el saque de honor y todo. Uno de ellos tenía casi 30 años pero interpretaba a un ricachón de 18. Steve se llamaba. Creo que el otro, David.

A mí me gustaba Kelly, aunque tuviera cara de asco. Una tremenda cara de asco. Brenda no era mi tipo -ni siquiera lo fue en "Mallrats"- y de Tori Spelling creo que mejor ni hablamos. Los temas tocaban la popularidad, el amor y la amistad -no te fallaré, somos compañeros- la lealtad y los celos, el sexo, por supuesto, las primeras borracheras, cómo llevarse bien con los padres... Nada que no viéramos luego en "Al salir de clase" o más recientemente "Física y química", "SMS" y delirios sucesivos mucho más hormonados y de clase baja-media, que tiene mucho más encanto.

He de decir que a mí siempre me gustó más "Al salir de clase" que "Sensación de vivir". Mucho más, de hecho. Las chicas eran más guapas y todo lo que tenía de cutre lo tenía de vivo. Incluso el ochentismo tardío, rollo Vanilla Ice, de "Salvados por la campana" tenía más atractivo.

En fin, dejo de humillarme. "Sensación de vivir" o "90210", como se conocía la serie en Estados Unidos por el distrito de Beverly Hills en el que vivían los protagonistas, era un catálogo de cómo ser popular y disfrutarlo con un pequeño punto de "lado oscuro" porque lo oscuro a su vez empezaba a ser masivamente popular. Por ejemplo, a "Jeremy", de Pearl Jam, le podían las expectativas y los estímulos y uno de ellos, fíjense, casi al final, en blanco sobre negro era el código postal de marras.

Hace un año y pico tuve la idea de hacer una serie de televisión. Creo que ya no la haré así que lo puedo contar aquí. Si luego la ven hecha por otros, que sepan que la idea fue mía. De hecho, me sorprende que a nadie se le haya ocurrido todavía. Mi serie se iba a llamar "28004", y quien no lo entienda, por favor, que busque en la página de Correos y no me niegue que habría tema para varias temporadas.