lunes, 30 de agosto de 2010

The Full Monty


El cine social británico. Años post-tatcheristas, porque durante el tatcherismo, reconozcámoslo, había menos huevos. Pero luego Ken Loach tirando piedras e incluso Stephen Frears con sus adaptaciones irlandesas de las historias de Roddy Doyle, incluyendo aquella furgoneta grasienta que acompañaba las victorias de Eire en el Mundial del 90, Ray Houghton y compañía.

De Escocia llegó "Trainspotting", cortesía primero de Irvine Welsh y posteriormente de Danny Boyle. El libro era mejor que la película pero la película no estaba mal. Descubrimos a Ewan McGregor y a ese entrañable y delgadísimo Robert Carlyle, que hacía de "Franco", el amigo macarra de la pandilla escocesa, "Oh, Danny Boy, Danny Boy". El inocente Rents y su grupo de colgados: "Ser inglés es una mierda pero ser escocés es aún peor, ni siquiera hemos encontrado un pueblo mínimamente decente que nos colonice", decían en medio de un valle con montañas al fondo.

En fin, Carlyle tuvo sus dos años de fama brutal y luego se deshizo en películas comerciales. Por supuesto, su momento de gloria llegó con "The full monty". Lo mismo la gente ahora no se acuerda pero aquello fue un bombazo con todas las letras. Clase media-baja del norte de Inglaterra luchando por sacar adelante a sus familias a la desesperada. Y en vez de hacernos llorar e indignarnos, nos hacían reir. Por supuesto, era una risa culpable. Una de esas risas -como esos orgasmos- que cuando acabes dices "Dios mío, ¿qué he hecho? Esto está mal". Sí, estaba mal. Desnudarse y hacer el ridículo y que todo el mundo se ría de ti por dinero.

Solo que al final no era por dinero. Al final era por orgullo y eso estaba bien. Dejaba de ser una historia de perdedores patéticos para convertirse en un grupo de gente con una idea fija en la mente y dispuestos a todo para conseguirla. Su risa también sería culpable, también habría un día después y un "Dios mío, ¿qué he hecho?" pero eso no venía en la película, acababa justo antes.

Fueron tiempos de Full Montys por todos lados: bomberos, futbolistas, fontaneros, jugadoras de hockey... de repente, surgió la fiebre del desnudo y el strip-tease. No sabría relacionarlo con una peor situación económica porque eran los tiempos en los que "España iba bien", recuerden. El virus, como Carlyle, igual que vino, se fue. Probablemente fuera lo mejor para todos.

lunes, 23 de agosto de 2010

Spin Doctors -Two princes



A ver, a mí la muchacha me gustaba pero a ella le gustaba otro. Como siempre, había un abismo entre mi confianza en mí mismo y la confianza de los que me rodeaban. Normalmente, cuando los demás dicen "eso lo tienes hecho" yo lo veo como algo imposible y viceversa. Aquí, nadie daba un duro por mí. Era lo que los americanos llaman un "underdog" y el gran favorito lo tenía todo de su lado. Crítica y público. Y a la muchacha en cuestión, claro. Recuerdo pasear tenso y valiente por la Plaza de Bami, rumbo a su casa, a verme con los dos y compararme con Aznar en del primer debate contra Felipe González.

Antes de que Felipe González ganara esas elecciones, claro, si no vaya porquería de comparación.

El caso es que todas las apuestas estaban contra mí y yo me convertí en un perdedor sonriente. No todo el rato, advierto, en otras me convertía en un perdedor lacrimógeno que pasaba los anocheceres junto a la Plaza de Toros de Las Ventas y esperaba que la Chica Langosta saliera de Frutas Eduardito para llorarle un rato. Lo que pasa es que ella era más lista y no salía nunca. A lo que iba, que la cosa tal y como yo la veía estaba entre él y yo. Incluso percibía esa incomodidad en todo Goliath cuando ve a un David tocapelotas enredar por ahí. Miedo al fracaso, lo llamaba yo.

La banda sonora de aquel enamoramiento fue Spin Doctors y su "Two princes". La canción resumía todo lo que ya he contado antes: una chica tiene que elegir entre una opción sensata y una opción disparatada. La gran diferencia es que la chica de la canción sí tenía dudas, la de la realidad, ninguna. Los Spin Doctors eran unos chicos divertidos, con sus barbas y sus pelos largos y sus gorros de patinadores canadienses, que hicieron un primer disco, "Pocketful of kryptonite", completamente dedicado a mí y a mis relaciones sentimentales. Todo un detalle. Aparte de la obviedad de "Two princes", tenían "Little Miss can´t be wrong", que me recordaba a la misma chica y sus ataques de arrogancia -es decir, cuando no me hacía ni caso-, y "Jimmy Olsen´s Blues" que era otra historia de perdedores con ritmo beat.

I don´t think I can handle this, a cloudy day in Metropolis, I think I´m going out of my brain, I´ve got it so bad for little Miss Lois Lane.

En realidad era eso: Jimmy Olsen compitiendo contra Superman. La metáfora era más adecuada que la de los amores sensatos y los amores disparatados. No había nada parecido al amor en esa historia y tal y como habrán imaginado, la muchacha en cuestión se fue con el otro príncipe y yo seguí en la puerta de Frutas Eduardito unos cuantos años más. Luego le dejó a él también, como suele ser habitual, y parafraseando a Sabina diré aquello de "¿Saben qué les digo? Superman y yo nos hicimos amigos el día en que la muchacha nos dejó... por otro idiota".

Intrahistorias aparte, la educación siempre ha sido uno de mis principales activos.

lunes, 16 de agosto de 2010

Parker Lewis Nunca Pierde


Parker Lewis podía parecer ochentero: camisas de colores, hombreras y flequillo-tupé con laca. Sin embargo, era la imagen perfecta de la decadencia de esa estética, del final de una época. Si Parker Lewis y sus colegas eran unos inadaptados, si aquel instituto era una colección de frikis era en parte por su empeño en vivir en otro tiempo, un tiempo más feliz. Los nuevos ya llevaban camisas de leñador y pantalones gastados.

La serie llegó aquí a principios de los noventa a Telemadrid, recipiente de algunas de las mejores series extranjeras de aquella época antes de convertirse en el coto privado de Curris Valenzuelas e Isabeles San Sebastián. Por supuesto, nos fascinó. Todo aquel ingenio y toda aquella locura adolescente, nosotros, chicos del Ramiro de Maeztu, aún inadaptados, primero de BUP. Nada que ver con "Salvados por la campana", California, chicos guapos y chicas que acabarían desnudas haciendo de showgirls en películas del tres al cuarto. Empiezas haciendo de Screech y acabas de productor y actor porno, es el camino natural. Lean más a Bret Easton Ellis.

Parker Lewis era un buen chico, consciente de que vivía en un mundo problemático que no iba a ir a mejor. Por eso tenía que ser más listo. No para ligar ni para fardar -que también-, había en Lewis un punto de superviviente, de tipo entre tribus, de francotirador. Algo entre Zach Morris y Columbine. Recuerdo una escena maravillosa en la que los pringados se quedaban fuera del baile de promoción -o lo que fuera-, sentados en un banco, mirando la gente que entraba y salía. Cuando abrían la puerta, la música se escapaba y los listos -"nerds", se diría ahora- buscaban título y artista. "Achy breaky heart", Billy Ray Cyrus. Lo intentaban. Con todas sus fuerzas. Se habían aprendido de memoria todas las canciones que no bailarían jamás.

Su esfuerzo era entrañable. Los chicos que no sabemos bailar, nos sabemos todas las canciones, sus títulos y sus letras. Si no, las inventamos.

Miley ni siquiera había nacido.

martes, 10 de agosto de 2010

Pavement-Fight this generation



¿Y qué hay más atractivo que combatir a toda una generación? Cualquier generación. Nuestra generación por no ser como nosotros, la generación de nuestros padres por no ser como nos gustarían, la generación siguiente, por llamarla de alguna manera, la de los bakaladeros y las chonis inminentes y sus drogas de diseño. Nuestra generación éramos nosotros, fuéramos quienes fuéramos. Yo hablaba pedantemente de "la generación del 77", tenía una fe ciega en nuestro talento. Podría admitir a gente del 76 o incluso del 78, 79, pero 1980 era por entonces una fecha imposible, una fecha de niños y niñas recién salidos del colegio.

La generación del 77. Valiente tontería. Cuando sales del instituto, el triunfo se da por hecho. Ni siquiera te planteas mucho en qué consiste eso del "triunfo", simplemente todo ha salido rodado, curso tras curso, todo el mundo está contento contigo y todo, absolutamente todo, seguirá así. Nada podrá pararnos. La generación del 77 -y la del 76- como habrán supuesto algunos escuchaba a Pavement. Tampoco en eso nos poníamos de acuerdo, porque a algunos les gustaban los dos primeros discos y algo menos el tercero y yo no soportaba ni Slanted ni Crooked pero flipaba con Wowee Zowee. "Flipaba" es quedarse corto. Creo que ya he comentado antes que la única canción que soy capaz de aporrear a la guitarra es "Rattled by the rush". El principio, al menos.

En fin, más cosas: viajamos de Madrid a Malpica de Bergantiños un verano. Eran los tiempos en los que en Malpica no había festivales de música indie y nosotros íbamos con nuestro CD Player y nuestras literas. Por alguna circunstancia, el único CD que se leía sin baches era el de Pavement. Lo consideramos una señal. "Grounded" era inquietante, "Father to a sister in thought" era una preciosidad semirromántica y "Flux=Rad" tenía una potencia medio grunge, medio punk, algo parecido al "Pretty on the inside" de Hole aunque sin llegar a tanto, claro.

Mi hermano tenía un grupo y la tocaban en directo. Sospecho que eso fue antes de "She´s so hot, she can´t wait no more" pero reconozco que yo iba a los conciertos de mi hermano por las chicas y supongo que esto no le dolerá porque ya lo intuiría entonces.

Pero la canción definitoria era la siguiente, un comienzo algo porrero, tendido, divergente y un ritmo sostenido que iba llevando al mensaje: "Your life is about to come, away from the mirror, in a rainshed generation... Fight this generation, fight this generation". Un mantra obsesivo, casi de secta, de esquizofrénico que oye voces en su cabeza que le piden que queme casas e iglesias. Sospecho que la secta es el lugar natural de todo adolescente. Nosotros se lo gritábamos a la cara pero no sabíamos a la cara de quién.

P.D. El vídeo elegido no es en el que mejor se oye la canción, pero responde a nuestra idea de lo que era un concierto de un grupo semi-grunge en 1994 y me pareció interesante, para puristas, mejor cliqueen aquí.

lunes, 2 de agosto de 2010

Beautiful girls


Timothy Hutton iba a casarse y se le cruzó Natalie Portman. Estas cosas pasan. Se le cruzó con sus 13 años y su pose de listilla frágil y pre-adolescente y sus coqueteos de niña a mujer, algo más que una lolita, mucho más sutil que una lolita porque una lolita es algo ya demasiado "déjà vu" y en ocasiones francamente agotador. Esas niñas que juegan a ser mayores y escandalosas, con su ristra de tópicos a la espalda.

Natalie Portman, no. Ya digo: era una listilla, pero con mirada de huerfanita. Todo el mundo sabe que yo siento debilidad por las chicas con mirada de huerfanita y eso ya me pasaba a los 19 años. Timothy Hutton no se lo podía creer: tenía una prometida preciosa, un grupo de amigos preparados para acompañarle en el día más feliz de su vida, una familia que le apoyaba y celebraba y él de repente se enamoraba de una pre-adolescente a la que ni siquiera podía tocar, por supuesto.

Se sentía como Winnie-the-Pooh. Eso le explicaba a la joven Portman, que fantaseaba con esperarle el tiempo que hiciera falta, hasta que por lo menos ella fuera mayor de edad. "Seré tu Winnie-the-Pooh", le decía, es decir, el muñeco que tarde o temprano acaba en una estantería cogiendo polvo, olvidado, el capricho de unos meses que con el tiempo pierde interés. Dicen que soy tu peinado de hoy, que no duraré.

Hutton sabía eso, pero aun así la miraba con su propia cara de huerfanito. Los iguales se reconocen. Eran una pareja entrañable. El problema era que necesitaba crecer. Él sí que necesitaba crecer o al menos esa necesidad era más acuciante porque al fin y al cabo hablábamos de un treintañero y ser un treintañero -todo el mundo lo sabe- es una cosa terrible. De hecho, toda la película era un retrato de inmaduros fracasados, posters de modelos y relaciones tortuosas. Sueños rotos y ese largo etcétera.

La otra gran frase, en un plano secuencia -o casi- espectacular, la decía Rosie O´Donnell, indignada: "Dios le dio a las chicas delgadas culos delgaduchos y a las chicas gordas, tetas grandes. No se andaba con pamplinas. Veis a esas modelos y pensáis que podéis acabar con ellas y os negáis a cualquier clase de compromiso con las mujeres que somos normales". Obviamente, O´Donnell exageraba pero la frase, todo el cabreo en general era sublime: no aceptáis la realidad tal y como es. Beautiful girls y su colección de peterpanes y campanillas. Era una película bonita, ideal para un nostálgico. Por si acaso, y conociéndome, no he vuelto a verla.

Ah, por supuesto, sí, yo también me enamoré de Natalie Portman. Toda mi generación lo hizo, incluyendo a Devendra Barnhardt. Cómo culparnos.