lunes, 31 de mayo de 2010

El sexto Tour de Induráin



La portada del Marca decía "Abrígate, que hace frío" y ponía una foto de Induráin sujetando un maillot amarillo justo antes de la primera etapa de montaña del Tour de 1996. Efectivamente, hacía frío. En Francia. En Pamplona hacía un calor horroroso y los toros pisaban las cabezas de los corredores. Viajamos en un autobús de madrugada, canción va y canción viene, minis de calimocho y cerveza. Llegamos a las 6 aproximadamente y nos pusimos en la Plaza del Castillo, como si nada, sentados frente a unos cafés. A las 12 estábamos llenos de harina, huevo, sidra y no podíamos respirar.

El chupinazo.

Nos fuimos a lavar a las duchas de una piscina municipal. La ropa estaba perdida, pero bueno, aquello era San Fermín así que tampoco pedian etiqueta precisamente. En la hierba pusimos una radio y escuchábamos a José María García retransmitir la etapa. Llegaban a Les Arcs y a cinco kilómetros de meta, Induráin estaba en el grupo con los favoritos: Rominger, Olano, Riis, Ulrich, Leblanc, Berzin... El coche de Banesto le ofreció algo de comida pero él la rechazó. García, en uno de sus ataques de soberbia irónica, empezó con "este tío no necesita comer, es de otro planeta, que no le vengan con historias". Y todo el coro "jajaja, jijiji".

Cinco minutos después, Induráin se quedaba y se quedaba, desnutrido y congelado, arrastrándose en los últimos tres kilómetros de una ascensión inexistente hasta entonces, dejándose tres-cuatro minutos y medio Tour de Francia. Pamplona era de todo menos una fiesta. Caras largas.

Al día siguiente volvimos a Madrid. Había una cronoescalada e Induráin lo hizo moderadamente bien. No ganó, perdió algo de tiempo con Berzin y Riis, pero al menos no acusó el desfallecimiento. Era el más grande de las últimas dos décadas: no solo contaban los cinco Tours y los dos Giros y el record de la hora sino la exhibición del verano anterior en el Mundial de Colombia. Para mí ese fue el mejor momento de Induráin, cuando, escapado junto Gianetti, Olano y Pantani, y aun sabiendo que era el mejor de largo, dejó que su compatriota se escapara y se quedó ahí detrás, de pie, mirando a Pantani y a Gianetti con cara de "y vosotros dos, quietos, que si no voy yo y va a ser peor". Olano ganó el oro e Induráin se llevó la plata al sprint. Un año después, en los Juegos Olímpicos de Atlanta, se invirtió el orden: Induráin ganó el oro contrarreloj y Olano quedó segundo.



Pero eso fue en agosto. En julio, Induráin se quedaba en cada ascensión y los comentaristas de Eurosport se lamentaban. Stephen Roche estaba emocionado. El gran campeón se retorcía en la bici a golpe de riñón y sus rivales, todos sus rivales, cuando pasaban a su lado, le daban una palmadita y le ofrecían la rueda para subir juntos. El hundimiento. Yo, por entonces, andaba en Londres, en el Hotel Orchard, uno de los cientos de bed and breakfasts de Sussex Gardens, con una recepcionista griega y camareras rusas. No quedaban habitaciones así que me quedé con el ático y paseaba con la Chica Langosta por los alrededores de Hyde Park como dos Martínez Sorias en la gran ciudad.

Dio mucho de sí el verano de 1996, si se piensa. Hoteles en Barajas y vuelos suicidas con Aerolíneas Argentinas.

En fin, lo dicho: Induráin acabó décimo ese Tour, creo. El famoso sexto Tour consecutivo. Eran los tiempos anteriores a Nadal, Alonso, Contador, Gasol, Xavi... y nunca habíamos visto algo parecido. Ganó los Juegos Olímpicos y corrió la Vuelta a España de septiembre obligado. Tan obligado que a media ronda cogió la bici y se bajó y para que nadie le dijera nada anunció su retirada. Tonterías, las justas. Yo, reivindicativo también, decidí cumplir 19 años.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Prodigy- Breathe the pressure


Aparte de las canciones rencorosas me gustan las canciones reivindicativas. Reivindicativas del ego, me refiero. No es ninguna casualidad que me pase el día tarareando "All these things I´ve done" de los Killers. Creo que ya he mencionado antes que el cambio del Instituto a la Universidad -1995/96- supuso para mí una especie de cataclismo estético. Ya no sabía qué se esperaba de mí. El grunge había muerto y el brit pop -la nueva ola de la nueva ola- se había instalado tan cómodamente que ya cabía esperar poco más de ellos -aunque quedaba dEUS, por supuesto, y Supergrass, y los conciertos en salas improbables-.

Yo me guiaba, como casi siempre, por mi hermano, así que supongo que a mi hermano le gustaba Prodigy. Desde luego le gustaban los Chemical Brothers y sé que visto en perspectiva una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero a mí en aquel momento, toda esa música dance me parecía lo mismo. Eso hasta "Firestarter". Me encantó "Firestarter". Me encantó la arrogancia del "I´m a firestarter, terrific firestarter". Canciones arrogantes, más que reivindicativas, ese es el adjetivo que no encontraba al principio.

En fin, yo desde luego no iba a ser un matón ni me iba a meter en una pelea pero podía fingirlo. Podía fingir que en algún momento establecería mi línea recta a lo Richard Ashcroft en "Bittersweet symphony" y me limitaría a golpear como un kamikaze a cualquiera que se pusiera en mi camino. Nada personal. Podía fingir ser el cantante de Prodigy aunque nunca me atreviera a serlo, y probablemente por ello compré aquel disco, "The fat of the land", con el escorpión en la portada. Aquel comienzo demoledor, "Smack my bitch up" e inmediatamente después, el teclado y las distorsiones de "Breathe the pressure".

Verano-otoño de 1997. Yo vivía en casa solo por unas razones muy desagradables. Tenía 20 años recién cumplidos y no sabía si hacía las cosas bien. Las cosas, sinceramente, se habían complicado mucho y de nuevo no sé qué se esperaba de mí. No sé lo que yo esperaba de mí. Cuando me venía abajo, cuando me entraban las dudas ponía la canción: "Breathe the pressure, come play my game, inhale, inhale, inhale...". Había que aguantar la presión. La vida, durante muchos años, quizá siempre pero eso no lo sé porque solo he vivido muchos años, nunca he vivido "siempre" consiste en eso: en aguantar la presión y los juegos. Saber responder, esto es, ser responsable.

Era como si tuviera que demostrarle algo a él más que a mí o a mi familia. Era el reto: claro que acepto el juego, claro que aguanto la presión, claro que la podía sentir y claro que estaba dispuesto a disfrutarla incluso -yo, por entonces, se me olvidó mencionarlo, era nietzscheano-. Lo que no me mata me hace aun si cabe más fuerte.

Luego resultó que no era verdad, pero eso no importa. Las canciones no hablan de la verdad ni la mentira. Proponen universos, eso es todo. Tú te metes y luego ya ves. Si quieren resultados, fichen a Mourinho.

sábado, 22 de mayo de 2010

Airbag


Ese tipo raro que era Juanma Bajo Ulloa. Sesiones de videoforum en casa viendo y analizando "La madre muerta" o "Alas de mariposa". Un malditismo constante, artista de culto, objeto constante de crítica exageradamente positiva o negativa. Y entonces va y hace una película con Arguiñano. Con el propio Arguiñano de protagonista. Y el jovencísimo Alberto San Juan, salido de "Más que amigos". Y Raquel Meroño. ¡Incluso Albert Pla!

Una comedia disparatada sobre puticlubs, cocaína y traficantes gallegos con un actor muy por encima del resto: Manuel Manquiña. Pazos. Paziños. Recuerdo un entusiasmo desbordante en toda nuestra generación con esa película y unas críticas atroces. Casi coincidió en el tiempo con el primer Torrente y era como diez mil veces mejor que el primer Torrente, pero los amiguetes... ya se sabe. Los periodistas la destrozaron pero fue uno de los primeros "taquillazos" del cine español. Casi todo boca a boca, además. Explosiones y persecuciones y cristales rotos. Un millón de espectadores. Dos millones. Tres millones... y así sucesivamente.

No solo era posible hacer buen cine español -Tesis, Tierra- sino que era posible divertirse haciéndolo. Aquello era una gamberrada en toda regla. Una burla a las familias tradicionalistas vascas y un poco de estereotipo gallego. Mi por entonces cuñado, de 13 ó 14 años se aprendió los diálogos de memoria. Eso estaba bien porque hasta entonces solo nos aprendíamos de memoria los diálogos de Pulp Fiction. En una escena, a Karra Elejalde, ese otro hombre indefinible, le da un chungo en el asiento de atrás de un coche y Alberto San Juan le pregunta a Fernando Guillén Cuervo qué le ha pasado. "No sé, la falta de sueño, el exceso de droga... el cuerpo es un enigma".

A la película la tacharon de excesivamente adolescente o incluso pueril. Fácil. Y era falso, no tenía nada de fácil. El guión es buenísimo, tanto en ritmo como en narración como en diálogos. Los personajes encajan perfectamente. Hay ironía y sarcasmo pero sin necesidad de ponerse estupendos. En un momento dado, como dije antes, el cine español se vio ante la posibilidad de tirar por el camino de Bajo Ulloa o el de Santiago Segura. Torrente ganó más dinero y se eligió la segunda vía. Una pena. Aquello sí que era fácil, pero en fin...

El concepto es el concepto. Esa es la cuestión.

martes, 18 de mayo de 2010

Esta noche cruzamos el Mississippi



Pepe Navarro en los 80 presentando "La tarde". Aire de seductor a lo Don Johnson, rumores de agente de la CIA, aprendizaje estadounidense y vuelta a España para presentar las mañanas en Antena 3 y acabar en Telecinco por las noches. Cuando no existía el "late night", recuerden, solo algunos intentos sueltos y baldíos. Algo más chusco que Jay Leno o David Letterman, por supuesto. Él, con su taza, entrevistando a famosos de medio pelo, introduciendo gags más o menos divertidos y vídeos à la Javier Cárdenas: el Tarzán de Estella, la Veneno, ese largo etcétera.

Sus puntos fuertes, al principio, eran Carlos Iglesias, que hacía de Pepelu, una parodia de Terelu, hija de María Teresa Campos, y Santiago Urrialde, que empezó haciendo de Reportero Total, un periodista agresivo y maleducado que golpeaba a sus entrevistados en la calle con el micrófono en un momento en el que la mala educación y la agresividad de los reporteros no era la norma, y acabó compaginándolo con su papel de Rambo, con su "no siento las piernas" que todos repetimos durante meses.

El Mississipi era bueno creando frases hechas que se pudieran repetir. Era el trabajo de un gran publicista, más allá de los guiones. Recuerdo a José Antonio Canta con aquello de "un limón y medio limón, y dos limones y medio limón...". Pepe Navarro siempre vacilaba a José Antonio con que era un triste y un año después se suicidó con apenas 30 años. Una chica repetía continuamente "soy asexual" pero no recuerdo a santo de qué.

Entonces llegó Florentino Fernández. Hacía de guardaespaldas, al principio, o algo así. De mecánico garrulo. Luego le fueron dando cancha y el programa cambió por completo. Igual que hizo luego en "El informal" resultó que el programa de Pepe Navarro se convirtió en el programa de Flo. Es curioso porque luego los sucesivos "programas de Flo" han pasado sin pena ni gloria. Florentino empezó a hacer de Lucas Grijander, un trasunto de Chiquito de la Calzada que vivía en la república de Chiquitistán y nos mostraba las novedades de su país y la televisión local, con doblajes disparatados y el eterno chiste de la vaca.

Después rizó el rizo e inventó a Krispín Klander, un personaje "modosito", es decir, homosexual, con su inconfundible acento gangoso, el tupé rubio y las gafas enormes. Entre Lucas, Krispín y Alcasser se podía hacer un programa sin problema y disfrutarlo a lo bestia. Fueron tiempos de vino y rosas. "Esta noche cruzamos..." fue el primer programa de los 90 que realmente revolucionó la televisión, que trajo algo nuevo. Después, Navarro se fue a Antena 3 a hacer "La sonrisa del pelícano", más centrado en escándalos y juicios paralelos y travestis que en hacer humor o respetar a los humoristas.

Duró muy poco. Tuvo bastante audiencia, casi la misma que "Crónicas Marcianas", de Javier Sardá, en la competencia pero no era "el estilo de Antena 3". Ahí empieza otra historia: la de Sardá, el señor Galindo, Manel Fuentes cuando era divertido, Mariano Mariano y la sucesión de efímeros rivales que encontró en la parrilla: Máximo Pradera, Francis Lorenzo, Jesús Vázquez... todo eso da para otro post más adelante, igual hasta me animo, pero "todo eso" no se entiende sin el principio, y el principio, al menos para los noventeros, fue Pepe Navarro.

jueves, 13 de mayo de 2010

End of a century



Volvamos a Blur. Antes de lo esperado, puede. Si alguien viene y me dice que "Parklife" es el mejor disco de los 90 no le pondré pegas. Discutiríamos un rato, quizás, pero muy poco. No se puede hacer un blog fin de siglo y no recurrir a una canción con ese mismo nombre. Lean todo lo anterior e imaginen a esos nostálgicos chicos madrileños con su aire grunge oyendo: "We all say we don´t want to be alone, we wear the same clothes cause we feel the same, we kiss with dry lips when we say good-bye... end of a century... it´s nothing special".

Siempre he creído que Damon Albarn está subestimado como compositor. Que lo haga fácil no quiere decir que no lo haga bien. En eso me recuerda a Ray Davies. En eso, en su facilidad para camuflar el tedio y en su genuino "wit" inglés. Si quieren, lo traducen por "ingenio" y si no por "ironía", como prefieran. En fin, por supuesto ninguno queríamos estar solos y por supuesto todos llevábamos las mismas ropas porque nos sentíamos igual.

Tiempos de la Sala Maravillas y el Festival de Benicassim. Tiempos de Reading y Glastonbury.

Yo tenía problemas para pertenecer, como es habitual. No recuerdo que ropa llevaba aunque, sí, probablemente fuera la misma, pero ¿la misma que quién? No tengo ni idea. Una vez, en el cine, viendo "Sin perdón", el chico popular del instituto me dijo: "¿Dónde has comprado esa camisa? Me encanta" y yo lo entendí como un triunfo absoluto. Un reconocimiento. Era una camisa de leñador, gruesa, a cuadros verdes y blancos. No tengo ni idea de dónde la compré. No creo ni que lo supiera entonces y si lo sabía me parecía irrelevante, seguro.

Nunca fui un habitual del indie pop británico. De los lugares de culto del indie pop británico me refiero, porque luego en casa, con las luces apagadas, todo era menos peligroso. Por ejemplo, la primera vez que fui a Benicassim fue el año pasado, 2009, y es absurdo pensar que el que fue a Benicassim es el mismo que se negaba a ir y pasar las madrugadas en tienda de campaña en 1994.

El Tentaciones -tampoco compraba el Tentaciones, pero a veces lo hojeaba si andaba suelto- dijo que el mejor disco del año había sido el de Björk. A mí me pareció una tontería como un piano.

She sensed ants in the carpet, dirty little monsters.

viernes, 7 de mayo de 2010

Elastica


Justine Frischmann fue la novia de Brett Anderson, cantante de Suede, y luego pasó a ser la novia de Damon Albarn, cantante de Blur. A Brett Anderson no le sentó nada bien, por cierto, y creo que se lió con alguna actriz o modelo o algo. Tiempos del brit pop. Damon Albarn salió en el primer disco de Elastica colaborando en los teclados de alguna canción con el seudónimo de Dan Abnormal, que luego sería el título de una canción del cuarto disco de Blur, "The Great Escape".

Sobre Blur habría mucho que decir, y mucho se ha insinuado ya. "For tomorrow" y "Girls and boys" en Atenas, "Strange news from another star" imaginando el futuro, partidos de fútbol en los que los fans de Blur se enfrentarían a los fans de Oasis probablemente conmigo de árbitro... Dejémoslo para más adelante y centrémonos en Elastica. Yo les veía un problema: sus canciones me parecían siempre la misma. Mi hermano las ponía una y otra vez en el viaje a París y yo no las distinguía: "Connection", "Line up", "Waking up"... luego dejé de verlo como un problema porque me gustaban. Me gustaban mucho, de hecho.

Si me dejan una guitarra solo sabré tocar tres cosas: la intro del bajo de "Come as you are", de Nirvana; el principio de "Father to a sister in thought", de Pavement y el insistente riff de "Line up", de Elastica. De ahí, en parte, el cariño. A la salida de un concierto me compré una camiseta negra de manga larga con la portada del disco y la utilicé durante años para ir a bares siniestros. Era lo único negro que había en mi armario.

Eran tiempos de chicas y mucho menos coñazo que las de ahora: Kim Deal aprovechó la ruptura de los Pixies para fundar The Breeders y luego The Amps. Si "Cannonball" no fue la mejor canción de 1993 le faltó realmente poco. Veruca Salt se presentó en sociedad con un primer disco impresionante llamado "American thighs". Courtney Love, le pese a quien le pese, grabó uno de los mejores discos de los 90, "Live through this". Suzanne Vega volvió de su olvido ochentero, PJ Harvey empezó a sorprender, Björk me aburría soberanamente pero a los del Tentaciones de El País -la cuna del indie español- les encantaba...

En el Brit Pop, lo de las chicas... como que no. Demasiado machistas y endogámicos, siempre, desde los Kinks y los Who. Sin embargo, Elastica, y en mucha menor medida, Echobelly. Ya en España, Anphetamine Discharge o Los Fresones Rebeldes.

Repasando los números, uno puede pensar que Elastica fue un grupo anecdótico. La Wikipedia afirma que su mayor éxito fue número 13 en la lista de ventas. No es para volverse locos y todos sabemos que lo que dice la Wikipedia es siempre verdad. Sin embargo, tenían un talento para el pop-rock prodigioso: alternancia de guitarras, teclados y baterías. El bajo siempre presente como marcaban los tiempos y una paciencia infinita: su primer disco salió en 1995 y el segundo y último en 2000.

Les voy a ser sinceros: este post iba a centrarse en el segundo disco y en concreto en una canción que dice continuamente "Ich lieb´dich nicht, du liebst mich nicht" y que no deja de ser una versión del viejo "Da da da". A mí me encantaba ese disco, de princpio a fin, y esa canción resumía perfectamente los estertores de mi relación sentimental noventera por excelencia. Luego me di cuenta de que, por mucho que me ponga matemático y defienda que las décadas empiezan en 1 y acaban en 10, era absurdo que considerara el año 2000 dentro de los "noventas".



Así que consideren todo lo de arriba un relleno. Yo lo único que quería contar era que mi novia me dejó y lo pasé muy mal. Música pop, en definitiva.

martes, 4 de mayo de 2010

Hulk Hogan y El Último Guerrero


Telecinco nació justo en 1990 con un montón de programas ideales para el treceañero hormonado: Mamachichos, cacaomaravillaos, quintasmarchas, tuttifruttis, "Ay, qué calor" y películas "eróticas" de Jaimito y la profesora de turno. Aquello era el paraíso del pajero. Aunque decidieron no gastarse un duro en deporte, tenían un programa genérico llamado Pressing. Por ejemplo, si retransmitían un partido del Milan -Berlusconi, recuerden- lo llamaban Pressing Fútbol, si ponían combates de lucha libre americana, lo llamaban Pressing Catch.

De ahí el nombre, sí, aunque luego cambiara de cadena.

El Pressing Catch apareció de la nada más absoluta. Ninguno teníamos ni idea de quiénes eran esos tipos ni de dónde habían salido. Empezamos con la película a la mitad pero igual nos quedamos. El Hermano Amor tenía un show donde la gente se peleaba, el entrevistador era un calvo con bigote, casi todos llevaban unos trajes ceñidos de medio cuerpo y estaban gordos. El encanto de aquella lucha era precisamente ese: el elogio a la taruguez y a la enormidad grasienta. Nada de Divas, nada de guaperas. Aquellos tipos eran feos con ganas, rudos, groseros...

Cuando entraban al ring ya sabías quién iba a ganar porque siempre ganaba el que entraba el último, con su música rudimentaria de fondo. Nada de grandes composiciones. A mí me gustaba Mr. Perfecto. A otros compañeros de clase les gustaba más Jimmy Estaca Duggan o los Sacamantecas o Jake The Snake Roberts o incluso el contundente Terremoto Earthquake, que saltaba alrededor de su rival cuando este estaba en el suelo antes de lanzarse definitivamente sobre él.

Por supuesto, nos lo creíamos todo, y eso que, vistas en YouTube, las coreografías dejaban bastante que desear. Aunque tuviéramos nuestros favoritos, aquello era como en el fútbol, nos dividíamos entre los fans de Hulk Hogan y los del Último Guerrero, dos iconos de aquellos tiempos que seguían un ritual muy parecido: empezaban bravucones, les pegaban un par de hostias, andaban medio KO, les daba el baile de San Vito (Héctor del Mar dixit) y remontaban el combate.

Hulk Hogan era una leyenda. El Último Guerrero era nuestra leyenda. Imaginen que en Japón solo hubieran echado la liga española de 1979 a 1982, ¿quién pensarían los japoneses que era el mejor equipo de fútbol español? La Real Sociedad. Con el Último Guerrero pasó algo parecido. En realidad, solo tuvo un par de años buenos, pero fueron nuestros años, los de Telecinco, así que aquí se convirtió en una especie de leyenda que desde luego no es en Estados Unidos.

Eso lo aprendí muchos años después, por motivos profesionales. Incluso llegué a ver un combate en directo en Valencia, pie de lona, la arena metiéndose en el ojo de los luchadores fornidos y musculosos.

Volviendo atrás, sí podemos decir que el Último Guerrero estaba musculoso, pero ¿Hulk Hogan? Estaba incluso calvo y bastante fondón. Naturalmente, era mi favorito. El gran combate de aquellos años fue en un gran evento llamado Wrestlemania, algo así como el Campeonato del Mundo de la WWE -entonces, WWF- precisamente en 1990. Ganó Warrior y montaron un numerito en plan "cambio de guardia". No fue tal. Warrior era un pirado que acabó como predicador filonazi. Desapareció de la WWF y de las pantallas. Hay un documental maravilloso sobre el personaje, realmente maravilloso.

En 1991, empezó la Guerra del Golfo y todo fueron distracciones con banderas y turbantes. Las emisiones, dice la Wikipedia, duraron hasta 1994, pero yo honestamente no recuerdo nada a partir de 1992. Un jovencito llamado El Enterrador, con sus dos metros de altura y su traje negro. La película empezaba a la mitad y acababa también a medias. No sé si importó mucho, yo diría que no, tuvieron que pasar más de diez años hasta que volvieran a poner peleas de la WWE.

Entonces, ya digo, aquello era poco más que una competición de cuerpos anabolizados y bravatas increíbles. No quiero decir que el espectáculo hubiera cambiado, pero yo, seguramente, sí.