viernes, 30 de abril de 2010

Leña al mono que es de goma



A los niños les gustan las series de adolescentes interpretadas por veinteañeros. Si no pueden vivirlo aún, al menos verlo por una rendija, todo ese mundo fascinante de chicos y chicas y peleas y amistad traicionada o reafirmada y discotecas y conflictos y desafíos a la autoridad y "no te fallaré, somos compañeros".

Música, también, claro. La vinculante importancia de la música y en especial de la música de discoteca. La discoteca como templo. Finales de los 80: Amnesia, Enigma, DJ Culture, cintas del Acid Mix. Principios de los 90: Chimo Bayo, pastilleros, ruta del bakalao, Máquina Total... Había algo poligonero y decadente en las discotecas y en la suciedad estaba el atractivo. En la perspectiva de un futuro sin reglas donde todo vale y el más fuerte vas a ser tú.

Tenía un CD de "Lo más disco" y otro de "Zona de baile". Me los llevé al Viaje Fin de Curso de Mallorca, con 13 años.

Era el año de "Ponte las pilas". Algunos recuerdos difusos: una discoteca con DJ, camareros, camareras, go-gos y muchos habituales. Un niño llamado Dani Martín. La guapísima Alicia Bogo y la menos guapa Arancha de Benito. Yo estaba muy enamorado de Alicia Bogo. No sé si era en ese programa donde Alicia se convertía en Malicia o si era ya en su continuación natural, "Leña al mono que es de goma". Era la idea de belleza pija sensible y dulce que me acompañaría el resto de mi vida. Un trauma, en otras palabras.

El asunto era abandonar los típicos programas de música y colocar a los cantantes y grupos en un contexto, una especie de sit-com hormonada. Friends de sábado noche. "Ponte las pilas" se emitió en La 2 y se consideró un plagio de "La quinta marcha", el debut televisivo de Jesús Vázquez. Hicieron famoso aquello de "venga, venga, venga, venga, dale, dale, dale, dale, toma, toma, toma, toma". Toda una escuela de pensamiento.



"Leña al mono..." hasta donde yo recuerdo era lo mismo pero con más belleza y más exageración aún. Paco Pil, ni más ni menos. Viva la fiesta. Y Tony Aguilar. Siempre he odiado a Tony Aguilar, no puedo evitarlo. Con los años, menos, porque con los años todo se calma, pero entonces... Paco Pil y Tony Aguilar con Melanie Olivares y Alicia Bogo de nuevo. Me encantaba Melanie Olivares. O a mi hermano le encantaba Melanie Olivares, no me acuerdo bien. Es probable que a mí me siguiera cautivando la sensiblonería de Alicia y a mi hermano le pusiera la contundencia de Melanie.

Así triunfan los programas de televisión, ofreciendo variedad.

Eran años de Alcasser y Costa Polvoranca. El peligro adolescente. Las pastillas en las bebidas. Leyendas urbanas. Creo que no pisé una discoteca hasta 1995, que tuve un año tonto de bailarín de "Scatman", "Gipsy woman", "I like to move it", "Dance cherokee", "Please don´t go" y ese largo etcétera. It´s gonna be a fine night tonight, it´s gonna be a fine day tomorrow.

Falso. En Palma de Mallorca, entre Lo Más Disco y Zona de Baile (volúmenes 1 y 2), íbamos a discotecas light con nombres hawaiianos. El encanto de lo hawaiiano. Jugábamos a ser mayores y nos aburríamos en seguida. Entonces cualquier DJ Residente (me encanta esa expresión) con aires de grandeza, claudicaba ante nuestro desánimo y nos ponía Xuxa y Emilio Aragón. Así nos quedábamos más tranquilos, como en casa. Lejos de cualquier peligro.

viernes, 23 de abril de 2010

La flaca



Fue todo un fenómeno veraniego y por lo tanto inhabitual. El disco se llamaba "Ducados Music" y era una recopilación de sonidos "latinos" para competir con los Caribe Mix y sus Tiburones, Venaos y demás fauna. El anuncio era en blanco y negro, con mulatos y mulatas contoneándose y una canción muy sugerente que repetía "por un beso de la flaca daría lo que fuera, por un beso de ella aunque solo uno fuera". La canción gustaba. La canción me gustaba. Tanto que tardé un buen tiempo en darme cuenta de los huevos toreros que hay que tener para rimar "fuera" con "fuera" y quedarse tan ancho.

Por supuesto, todos pensábamos que la canción era de Juan Perro, es decir, Santiago Auserón. Encajaba su voz y encajaba la nueva línea musical en la que se había embarcado. Su disco, "Mr. Hambre", entró después de meses entre los 15 primeros de la lista de ventas. El problema es que la canción del Ducados Music no estaba ahí, es más, ni siquiera era suya, sino de un grupo llamado Jarabe de Palo, que, de la noche a la mañana se convirtieron en un gran grupo de éxito.

Que una fórmula se repita mil veces no quiere decir que sea mala y desde luego la primera vez se puede disfrutar sin problemas: la fórmula de Jarabe de Palo era pegadiza y más que decente. El primer disco, llamado cómo no, "La flaca" era bueno, en especial un par de canciones, la de "Quiero ser poeta", que se anunciaba en los descansos del mítico "Qué me dices" y "El bosque de Palo", un himno a las hormonas adolescentes primaverales. Un himno, parecía, a Cantoblanco en mayo con sus estudiantes al sol con la camiseta atada sobre el ombligo.

A T. y a mí, ya digo, nos gustaba Jarabe de Palo. Fuimos juntos a un concierto en Las Ventas, zona VIP. El verano siguiente compramos "Depende". No solo lo compramos sino que lo compramos con ansia porque llevaban un mes anunciándolo, solo dejando entresonar el estribillo -¿de qué depende?- pegadizo y Pau Donés pintando una pared con una niña. En Toulouse fue mi banda sonora psicodepresiva. Solo quiero decirte adiós. Solo quiero decirte adiós.

Titulé así uno de mis relatos y me senté a esperar.

Lo que llegó fue una buena canción y un disco repetitivo. De vuelta y vuelta, tan joven y de vuelta. Me gustaba lo de joven, claro. Entonces tenía sentido. Ahora, aunque muchas veces me siga sintiendo así realmente sería regalarme mucho los oídos aplicarme el adjetivo. Me gustaba también la frase "primavera que no llega, primavera que no llega...". Pau Donés ha derivado en una especie de buenrollista macaquiano rollo "bonito, todo me parece bonito" pero no siempre ha sido así. Es cierto que siempre ha sido machacón. Muy machacón. Que su idea de una letra para una canción es algo que se repita a sí mismo cuantas más veces mejor.

No es un genio. No lo era.

Ni siquiera era Juan Perro.

Pero caímos todos, como tontos, vaya sí caímos, y al menos yo no es que me arrepienta precisamente.

martes, 20 de abril de 2010

Glamourama


El quinto libro de Bret Easton Ellis se llamaba "Glamourama". Venía después de "Menos que cero", "Las reglas de la atracción", "American Psycho" y "Los confidentes". T. lo tenía que leer por algún motivo, puede que incluso tuviera que entrevistar al autor. Pensándolo ahora, puede incluso que T. llegara a entrevistar en su momento a Bret Easton Ellis y yo no me acuerde. Creo que eso es terrible.

El caso es que "Glamourama" andaba por casa, enorme y gris, y yo lo pude leer un poco antes que los demás y aquello era una especie de enciclopedia noventera: quién había sido algo y quién no había sido nada durante la década. Listas y listas de nombres, eventos, modas, fenómenos... Todo eso combinado con la idea de una red de modelos terroristas y una extraña concepción del mundo como una pose estética, de la vida como la grabación de una película.

La unión de persona y personaje.

Yo empecé a leer por Ray Loriga pero también empecé a leer por José Ángel Mañas y por Bret Easton Ellis. Fui muy típico, lo siento. Sé que leí "Lo peor de todo" en algún momento de 1995 y "El guardián entre el centeno" en algún momento inmediatamente posterior. Sin embargo, mi ritual iniciático tuvo que ver con mi tía Alejandra.

Me explico.

En verano de 1996 me fui a Londres. Una especie de fuga con billete de vuelta pero sin reserva de hotel ni nada de eso. Cogimos un boeing de Aerolíneas Argentinas y nos fuimos para allá. La Chica Langosta y yo rodeábamos Hyde Park como paletos: ella buscaba un puesto de trabajo eventual, yo buscaba un sitio donde dormir. Al final encontré una habitación individual, una buhardilla enana y sin baño propio, en una calle cercana a Queensway, metro de Bayswater Road.

Pasaba mucho tiempo en esa buhardilla. Veía el Tour en inglés, con comentarios de Stephen Roche. Fue el año que Induráin se descolgaba en las etapas de montaña y los rivales le ayudaban en lo que podían. El último año de Induráin, en definitiva, y seguro que eso quería decir algo. Por las noches, los helicópteros sobrevolaban el barrio en busca de traficantes y terroristas. Un avión estalló justo antes de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Yo soñé con ese avión y luego soñé con una bomba. Luego la bomba explotó.

En la buhardilla leía los libros de mi tía. Dos ediciones de Anagrama, en azul: "De qué hablamos cuando hablamos de amor", de Raymond Carver, y "Menos que cero", de Bret Easton Ellis. Escribía -un diario atormentado adolescente- en Kensington Gardens, pero leía en la buhardilla. No había ninguna pretensión estética en ello. La hay ahora que lo cuento, pero no entonces.

Creo que pasé dos semanas ahí y volví convencido de que tenía que seguir leyendo. Dejé a Mañas y pasé a Ellis. No me hizo falta dejar a Loriga para seguir con Carver. Por supuesto, devoré todo lo que me encontré al paso: una edición en inglés de "The rules of attraction", cuando aún no habían hecho la película y el libro no se había traducido al español, ese extraño libro de relatos llamado "The informers" y, cómo no, la joya de la corona, "American Psycho", Patrick Bateman y sus ataques de ansiedad.

Dejando a un lado los relatos, entre Bateman y Lauren Hynde -Glamourama, recuerden- pasaron casi diez años. Yo era un lobo hambriento. Tengo que reconocer que el libro no me impactó demasiado. Me pareció una locura y punto. Una locura marcadamente noventera. Me gustaría tener el tiempo ahora para volver a leerlo y repasar las listas de nombres para ver qué ha sido de todo aquello. Recuerdo que salían Almodóvar y Banderas, ya por entonces, aunque tampoco es tan extraño: el libro es de 1998 y el "Pedroooo" es de 2000.

Eso es lo que recuerdo.

Y algunas sorprendentes indicaciones de planos y cámaras. Poco más.

viernes, 16 de abril de 2010

Doctor CD



Era la prehistoria de la piratería. Tiendas distribuidas por la zona de Noviciado, junto a los infames Cines Luna, que vendían CDs sorprendentemente baratos, fueran de importación, fueran regrabados, fueran copias promocionales que aparecían subitamente en las estanterías. Había muchos sitios así, no sé si queda alguno. Nosotros íbamos casi siempre al Doctor CD. Primero, al Doctor CD y luego a la FNAC. La ruta de la Gran Vía que a veces podía acabar en Madrid Rock, claro, mirando posters mientras un vigilante de seguridad nos observaba desde una distancia prudencial.

Acababan de abrir la FNAC, la cosa estaba muy reciente. Recuerdo una vez que pitó mi bolsa y uno de los gorilas me empezó a preguntar dónde había sacado esos díscos: el primero de Hole, descatalogado, y un concierto en directo de Elastica, grabado de una cadena de radio británica.

Doctor CD era eso: grandes éxitos de los Pixies a base de maquetas y Caras B, los tropecientos "Outcesticides" de Nirvana, cada uno con sus rarezas -yo me compré dos, creo-, las novedades que aún no estaban ni en Radio 3. Ahí escuchamos por primera vez el "Supervixen", de Garbage. Ahí escuchamos por primera vez "This is a call", de los Foo Fighters. Me compré una edición japonesa de Blur, una mezcla de directos y actuaciones en radios locales.

Creo que ahí compramos también "The bends", de Radiohead. Recuerdo la hostia que supuso escuchar por primera vez "Planet Telex" ese viento helado y el sintetizador anunciando una tristeza infinita: "You can crush it but it´s always here, you can crush it but it´s always near... chasing you home... saying Everyone is broken, everything is broken". En casa de Javi, los tres nos mirábamos extasiados, sorprendidos, como si alguien por fin nos entendiera.

Nosotros no teníamos conciencia de estar haciendo algo ilegal, es decir, no teníamos el gusto adolescente de hacer algo porque era ilegal. Simplemente, los discos eran raros y sorprendentemente baratos. Todo, entonces, tenía un punto sórdido y no solo las putas de la calle Ballesta o las peleas en la calle Desengaño.

Los domingos quedábamos en Puerta de Toledo y comprábamos cazadoras de ante.

lunes, 12 de abril de 2010

La ha robado Jordan



Para mí son los 70 segundos más importantes de la historia del baloncesto y puede que la historia del deporte moderno. Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos, con 35 años y en su última temporada, llega al sexto partido contra los Utah Jazz con una ventaja de 3-2 después de que sus Chicago Bulls perdieran la oportunidad de acabar con la serie en casa apenas dos días antes. Si ganan, serán campeones. Si pierden, se la jugarán otra vez en Salt Lake City ante un equipo crecido y casi imparable en su cancha.

El partido lo domina Utah, 83-81, a falta de poco más de un minuto. Stockton falla un triple. El rebote lo coge Jordan, se lanza hacia la otra canasta y fuerza falta. Dos tiros libres dentro: 83-83. La siguiente posesión es para los Jazz. Stockton para Malone, que recibe doble ayuda de Pippen; eso deja solo a Stockton que lanza otro triple y esta vez lo mete: 86-83 y faltan 39 segundos. El público enloquece. Andrés Montes enloquece. Para mí ese partido es la cima de Andrés Montes como narrador. Puede que a muchos les pareciera agobiante, pesado, repetitivo, insulso... pero ese partido necesitaba ese comentarista y ahí estaba él.

La informática a su servicio.

Sacan los Bulls después de tiempo muerto. La jugada es simple: balón a Jordan, que se deshace de dos jugadores y en un escorzo anota ante Antoine Carr. Apenas han transcurrido unos segundos. Jordan lleva 43 puntos. Con 35 años, cinco anillos, seis partidos encima, lleva 43 puntos. 86-85. Stockton vuelve a subir la bola pausadamente. Hagamos lo que sabemos hacer. Se la pasa a Malone al poste bajo, defendido por Dennis Rodman. Jordan, que se acuerda de la anterior jugada -y la anterior, y la anterior...- no sigue el corte de Jeff Hornacek sino que se queda en la zona al acecho. Cuando Malone recibe, como si nada, le pega un manotazo limpio y le quita el balón.

Es un momento electrizante. Quedan 20 segundos exactamente. La última posesión. Montes no puede dejar de repetir: "La ha robado Jordan, la ha robado Jordan, la ha robado Jordan..." como Victor Hugo Morales y su barrilete cósmico del 86. Jordan no va a agotar la posesión: mientras el comentarista sigue repitiendo hipnotizado su nombre se acerca hacia Bryon Russell, le amaga con penetrar por la derecha, se zafa de él con un movimiento de cadera y de mano, haciéndole caer al suelo y se levanta con su suspensión majestuosa. Recuerden que puede ser el último partido de su vida.

Miren las caras de la gente de Utah para que se hagan una idea:


Todos esos aficionados paralizados, los palos de plástico quietos, las manos en la cara...

Por supuesto, el balón entra. 86-87 Bulls a falta de cinco segundos; Antoni Daimiel directamente tiene algo parecido a un orgasmo, cómo culparle. Gime un "ooooh" de admiración que es a la vez de rendición. Un compañero de equipo de Jordan, Steve Kerr, creo, le grita durante el tiempo muerto "You´re fucking amazing". Él se sienta agotado a descansar mientras Phil Jackson intenta inventar algo. La bola, en los seis segundos que quedan va a ir a Stockton y luego a Malone. Si consiguen evitar el pase, entonces se la tirará Stockton y que sea lo que Dios quiera.

No llega a ser así. Stockton ni siquiera mira a Malone. Pide un bloqueo arriba y lanza inmediatamente, aún con dos segundos en el marcador para permitir un rebote en ataque. El tiro es muy precipitado pero está a punto de entrar. No lo hace. Los Bulls ganan la NBA por tercer año consecutivo, sexto en ocho años. La dinastía Jordan. Montes grita: "El sexto anillo, el sexto anillo". Daimiel resume: "Dios volvió a disfrazarse de jugador de baloncesto".

Tres años después, Jordan regresó a las canchas con los Washington Wizards. Estuvo feo. No es que fracasara porque aquel equipo era un desastre y él se movió muy por encima de los 20 puntos por partido pese a tener ya casi 40 años. Pero ese final era glorioso e irrepetible. Era nuestro final y en lo que a mí respecta lo demás directamente no existió. Ahí se acabó la historia.

miércoles, 7 de abril de 2010

Moby-Porcelain



Yo no siempre he estado en plena crisis sentimental, pero es cierto que siempre he fantaseado con estar en plena crisis sentimental. Ich liebe dich nicht, du liebst mich nicht. Por eso repetía todo el rato aquella frase final de la canción de "La Playa": "So this is goodbye... this is goodbye". A mí todavía me estremece escribir una frase así, mucho más decirla. Saber que esto es un adiós, que esto es el adiós, que se acabó, percibir el principio y el final de las historias. Un don prodigioso, aterrador.

Saber despedirse.

Yo no siempre he sabido despedirme pero siempre he fantaseado con saber despedirme, incluso aunque fuera con una mirada fija de desprecio, un salivazo al suelo y una especie de "Frankly, my dear, I don´t give a damn". No sé si Moby quería contar todo esto, porque lo que yo cuento, para variar, es rencoroso y a mí Moby siempre me ha parecido una especie de Macaco calvo. El rey espiritual del buen rollo y el chill out. Paraísos perdidos.

Eso no quiere decir que "Play" no fuera un pedazo de disco. No solo un disco para bailar, sino un disco que te movía algo por dentro. Una especie de inocencia rota, con esa cara de huerfanito -sí, como tu cara de huerfanita- intentando pasárselo bien con los juguetes del Ejército de Salvación. "I´m gona find my baby", "Why does my heart feel so bad?" y finalmente ese "Porcelain" que estéticamente me temo que siempre irá vinculado a Leonardo Di Caprio perseguido en ua jungla, qué le vamos a hacer.

Eran los tiempos del entusiasmo fin de siglo. Recordad esto que ya os he contado antes. No sé por qué razón, Moby siempre me pareció el hermano triste de Fatboy Slim. Vaya tipo, Fatboy Slim. Debería hacer un post solo sobre el vídeo de "Praise you", pero no creo que tenga tiempo. O sobre "Funk soul brother". O incluso el remix del "Because we can can can", incluido en la banda sonora original de "Moulin Rouge". Un tipo de entredécadas, Fatboy Slim.

No diría lo mismo de Moby. Aun a riesgo de que alguien me intente convencer de lo contrario, Moby fue un one-hit wonder o un one-long play wonder, si prefieren. Me pongo pedante, lo sé. Después de "Play" para mí no hubo nada. That was goodbye.

sábado, 3 de abril de 2010

La mierda la Sole



Escuchaba a Alfonso Arús en Cadena Rato, aquella emisora que precedió a Onda Cero durante los 80. El programa se llamaba "Arús con leche" y era muy bruto. Ese humor tan catalán, entre lo ácido y el gusto por el escándalo. Después, a Arús lo fichó Cadena Minuto, antes de su fusión con Radio 80 para constituir M-80. En fin, historias de la radio.

El caso es que a mí me gustaba la tertulia deportiva, con un montón de malos imitadores poniendo las voces de Cruyff, Núñez, Mendoza o Di Stefano. Era la época en la que para ser humorista tenías que imitar. Ahora tienes que saber hacer un monólogo o al menos pronunciar alguna palabra chanante. Algunos valían y otros no. El programa de Arús era relativamente largo, por lo que recuerdo. Empezaba antes de que yo entrara a clase en el Ramiro y acababa a eso de las 10, unas dos o tres horas después.

Una de sus secciones fuertes era la entrevista con Carlos Jesús. Vaya si le dio juego Carlos Jesús a Javier Cárdenas. Un Cárdenas jovencísimo se fue a la mística residencia del "sanador" andaluz y le entrevistó durante días. Apenas hacía falta montaje: toda la información era imprescindible. Desde los platillos de Raticulín a la amenaza de "levantar las piernas" a todos los que se metieran con él hasta el resumen perfecto de los resultados de su sanación: "el paciente se siente chachi pilongui".

Carlos Jesús fue también la estrella de "Al ataque", el remedo televisivo de "Arús con leche" en Antena 3 TV. Arús tenía pelo -o peluquín-, venía de presentar "Vídeos de primera" y se hizo acompañar por Goya Toledo. Tonto no ha sido nunca. El programa empezó fuerte pero acabó decepcionando a los fans de la radio. Los fans de la radio éramos insoportables, por otro lado. Tenían también su tertulia deportiva, su parodia de un famoso cantante canario que, por razones legales, tuvo que adoptar el nombre de Pepe Gáfez y una serie de vídeos muy curiosos como aquel en el que un gitano explicaba algo y era agredido por una cáscara de huevo.

Nosotros, en el instituto, repetíamos como loros lo que nos ponían en la tele. Creo que siguen haciéndolo. Por ejemplo, lo de las picotas. Por ejemplo, "qué pasa, Jazz". Y, por ejemplo, "Sole, mierda, que te meto con el mechero, endever cómo me has puesto". Por no hablar de "pecadorrr" y tal, que ciertamente daría para un post entero, una de esas modas imperecederas.

Por alguna razón, Carlos Jesús y Tristanbraker sonaban mejor en la radio. Resultaban más misteriosos. Por ejemplo, no es lo mismo ver a alguien soplar entre las manos y decir "ahora soy Micael" o "ahora soy Cristofer" que oírlo sin saber qué demonios está haciendo ni qué va a pasar después. El programa duró nueve meses y sin duda fue una referencia para el humor catalán: se cita a Buenafuente como colaborador y tanto Javier Cárdenas como Jorge Salvador fueron pilares del primer "Crónicas Marcianas".

Y así acaba un post en el que, por fin, no se habla de chicas.